- ¿Te asustás si tenés taquicardia o palpitaciones?
- ¿Tenés miedo de marearte o sentir que las cosas te dan vuelta?
- ¿O te dan miedo las sensaciones al respirar? ¿Pensás que te podés asfixiar o que te va a faltar el aire?
En síntesis…
¿te preocupan tus sensaciones corporales?
Si respondés que sí a estas preguntas, tal vez tengas crisis de pánico o, simplemente, una ansiedad elevada por el funcionamiento de tu cuerpo. Pero este problema tiene solución.
…unos investigadores a quienes se les ocurrió una idea muy inteligente. Convocaron a un grupo de personas que ya se habían curado del trastorno de pánico, es decir, personas que tuvieron crisis de pánico, hicieron un tratamiento y se curaron.
- A estas personas les pidieron que, con los ojos cerrados, trataran de sentir sus propios latidos cardíacos y los cuenten.
- Mientras tanto, los investigadores también iban contando los latidos de los participantes pero con un aparato electrónico preciso.
Entonces, así obtenían dos medidas:
- una era un dato objetivo mediante un dispositivo exacto.
- la otra medida era lo que el participante lograba contar sólo con prestarse atención a sí mismo.
De esta forma, los investigadores lograban saber quiénes lograban una percepción más exacta de sus propias palpitaciones. Y acá viene el punto más interesante:
Cuanta mayor precisión lograba una persona, más probabilidad de recaer en el futuro en las crisis de pánico.
Sí, así es: si contaba mejor sus latidos cardíacos, era más probable que recaiga y vuelva a tener ataques de pánico; y si le iba mal, es decir, si se equivocaba mucho, entonces resultaba menos probable que haya una recaída. ¿Por qué pasará esto?
Nuestro organismo hace millones de funciones solo, sin que nosotros le prestemos ninguna atención, ni nos tengamos que ocupar de nada.
Por ejemplo, pregúntate: ¿qué tenés que hacer para digerir una manzana, tomar los nutrientes de la comida, regular tu temperatura o hacer vibrar tus otolitos y así percibir los sonidos?
No tenés que hacer nada, absolutamente nada.
Tu cuerpo hace todo esto por sí solo sin que siquiera te des cuenta. Lo mismo pasa con funciones como el equilibro, la frecuencia cardíaca o la respiración; para que todo ande bien, no hay que hacer nada.
Sucede que de las miles y miles de funciones que nuestro cuerpo desempeña de modo automático, de alguna de ellas, de muy pocas, tenemos consciencia.
Por ejemplo, nos damos cuenta de que nuestro corazón late rápido pero no tenemos ni idea de que nuestro páncreas está liberando insulina. Es por eso que algunas personas se preocupan por su corazón, pero no por su páncreas, porque ni siquiera saben dónde está.
Cuando tratamos de controlar voluntariamente una función que el cuerpo hace solo, la mayoría de las veces la embarramos. Primero, no lo vamos a lograr; y, segundo, lo que sí vamos a obtener es malestar emocional, como le pasa a las personas con crisis de pánico.
Las personas con crisis de pánico suelen pasar mucho tiempo prestando atención a sus funciones corporales, monitoreándose a sí mismas.
Así, se vuelven más conscientes y sensibles de cambios corporales menores, como un aumento o disminución del ritmo cardíaco, un cambio en la dilatación de la pupila ante la luz o el flujo de aire que ingresa a los pulmones.
Pero la cosa no termina ahí sino que, como creen que esas sensaciones son peligrosas, se asustan y las empeoran. Así, se crea el círculo vicioso propio del trastorno de pánico.
Ahora sí, seguramente ya podés deducir por qué los participantes en el experimento que tenían mayor precisión al contar sus latidos eran también los más propensos a una recaída.
Porque seguían estando entrenados en monitorear su funcionamiento corporal, continuaban prestando atención a su cuerpo y, por lo tanto, eran más exactos para contar sus latidos.
Los otros, los que habían dejado de prestar tanta atención a su cuerpo, perdían esa capacidad, lo cual es buenísimo porque nuestro cuerpo no necesita ser vigilado para hacer las cosas que sabe.
Todo lo contrario. Es mejor dejar nuestra mente libre para concentrarnos en lo que sí es necesario, como el libro que leemos o la conversación que mantenemos con nuestra pareja, en vez de mirar “para adentro” para chequear cómo anda mi organismo.
¿Entonces?
Olvidate de tus latidos cardíacos, olvidate de cómo funciona tu cuerpo, porque tu cuerpo funciona muy bien solo y sin supervisión.
Y si realmente tenés dudas, entonces sí hacete un chequeo médico.
Si algo anda mal, no lo vas a descubrir prestándote atención a vos mismo ni tampoco pensando, sino que te lo tiene que decir un profesional.
Prestá atención a lo importante, que generalmente no es lo que está adentro, sino lo que está afuera, en tu entorno, en las personas y objetos que te importan.
Por último, y como te decimos siempre…
Si no te sale, pedí ayuda
En Cetecic contamos con una red de terapeutas capacitados para ayudarte.