Te proponés un objetivo, algo que es importante para vos, pero no lo lográs. ¿Cómo puede ser? Bueno, no hacés lo que hay que hacer para lograrlo. Te das cuenta, pensás y pensás en eso, te sentís culpable, pero seguís cayendo en lo mismo. ¿Por qué te pasa esto?
Esas explicaciones no sólo son incorrectas sino que, aparte, no sirven para resolver el problema. Pensalo, ¿para qué queremos explicaciones que no nos sirven para resolver el problema?
Nuestros comportamientos se ven influenciados por muchos factores. Entre esos factores que influyen están las consecuencias que traen nuestros propios comportamientos: “si hago tal cosa, sucederá tal otra”. Pero las consecuencias también son muchas y van cambiando con el tiempo. ¿Qué quiere decir esto?
Tal vez te suene esta situación: pienso en que “…tengo que trabajar, terminar un informe, estudiar para un examen…” mientras estoy en casa, acompañado por un chocolate y el catálogo de Netflix…
En general, cuando decimos quiero nos referimos a algo que deseamos alcanzar en el futuro, un objetivo más de largo plazo. En cambio, al decir tengo ganas generalmente hablamos de lo que nos da el placer ahora. Y el problema es que a veces estas dos cosas no son compatibles.
No hay ningún hombrecillo o mujercilla boicoteadora en tu interior impidiéndote hacer lo que querés, sino que el impulso por el placer del momento es más fuerte. La verdad, esto nos pasa un poco a todos.
Ante todo, no nos rendimos, perseverar es la clave. Aunque te caigas 100 veces, te podés levantar y hacerlo en el intento 101.
Veámoslo con un ejemplo: “quiero comprarme una computadora nueva este año”. Tené presente que el objetivo tiene que ser razonable para vos con un esfuerzo lógico. En un año, tal vez puedas juntar para comprar una notebook nueva o una tablet, pero no un departamento.
De esta manera, tendrás enfrente pequeños objetivos diarios que, al acumularse, lograrán el objetivo final. Así, por ejemplo, para comprar la computadora a fin de año “voy a guardar 100 pesos todos los días”. Para eso “en vez de comprar gaseosa en los quioscos, me voy a llevar una botellita de casa, así ahorro”. De este modo convertís un objetivo grande y de largo plazo en pasos más chiquitos de todos los días.
Ahora, todos los días tenés que ocuparte de llenar la botellita de agua e ir separando los $100 que ahorraste ese día. El objetivo más grande, la computadora, va a salir solito si cumplís diariamente.
Si querés ahorrar, por ejemplo, no te vayas a mirar tiendas de ropa. O, si vas, no lleves dinero ni tarjetas.
Anotá todos los días que lográs lo que te propusiste en un calendario o una agenda. Por cada día en que lo lograste, andá poniendo una marquita.
Cada día logrado, ayudate con algún pensamiento positivo, como “hoy lo hice”, “estoy más cerca”. Y si un día no cumplís, reconocé el error, pero no te autocastigues severamente ni te sientas culpable, porque eso va a empeorar tu estado de ánimo y puede hacer que abandones. Es sólo un fallo en el camino, nada más. Mañana arrancás de nuevo, listo. No te des por vencido, nunca.
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